domingo, 31 de mayo de 2015

Las manos se entrelazan, el olor nace de una silla donde los dos se sientan, uno sobre el otro sobre el uno sobre los dos, un abrazo donde el aroma de sus cabellos se mezcla pero, dime, ¿cómo ser el otro? No es un juego, no es un pilar, es algo parecido a un sonido o a esa armonía que dos instrumentos hacen vibrar, lejos de ellos, muy cerca.
Dime, ¿cómo recorrer el camino perdido?
Las manos se entrelazan, el olor se esparce desde la silla y ahora descubro sus cuerpos desnudos, su piel voluntad, los pianos que tocaban desde pequeños en la calle de una sinrazón aparente que los llevaba hacia ¿dónde?, un camino que acaba o que empiece en esa silla no puede conducir más que a su propia brecha, su propio comienzo y final. Quizá por eso se entrelazan como gatos arrebujados en el seno de un parto, ellos, que acaban de nacer para el otro, ¿es eso entrar?
No hay recuerdo porque el movimiento es sólo acción, pero qué manos se abren para dejar pasar. La mirada no es un camino, por mucho que abran sus ojos a pocos milímetros el uno del otro y sientan que la piel se quema por debajo, que no hay nada más profundo que la superficie de sus dedos rozando los labios.
Quizá, el olor que nace de una silla donde los dos se sientan, un olor que se esparce y crece como la mata de hierbabuena que inunda el salón, hacia el cielo donde los cometas, hacia Berenice la constelación un lugar donde las lenguas son camiones, una carretera de cisnes y caballos que galopan en el viento de una superficie que se engarza, al final, una carretera y la cabaña en el bosque que la guarda, donde en la silla desaparecen los cuerpos porque el aroma, quizá, es el sabor que se mezcla en una única solución.

No hay comentarios:

Publicar un comentario